martes, 13 de mayo de 2008

Como decíamos ayer

Acá estoy, nuevamente, retomando un diálogo interrumpido, a la espera de que ustedes también lo hagan.
Al dejar el gobierno, imaginé que cinco meses después estaríamos en una situación distinta a la que hoy vivimos: sin la crispación habitual de los años electorales a nivel nacional, y con el dinamismo que suele tener toda nueva administración a nivel local. Nos imaginaba, a todos, menos enojados y más entretenidos.
Me temo que si seguimos avanzando en esta espiral de crispación, la palabra sensata y la actitud moderada parecerán veleidades extravagantes. Los climas exasperados nos han conducido -demasiadas veces como para olvidarlo-, a la falacia binaria, a creer que la sociedad se divide en dos bandos y que es imprescindible estar en uno u otro, a sostener que todo está condenadamente mal o todo es revolucionariamente bueno y a abandonar la inteligencia de tener opiniones, ideas o reflexiones –muchas y diversas-sobre la vasta realidad.
Por esto mismo, y para recordarme y recordarnos que nuestro futuro no se juega, afortunadísimamente, en la opción Luis D’Elía/Cecilia Pando, elijo recomenzar este diálogo con ustedes evocando un episodio supuestamente menor: la invitación que me hizo Macri para reinaugurar, juntos, el Puente La Noria, obra licitada y comenzada durante nuestra gestión.
Francamente, no me interesa averiguar las verdaderas motivaciones de esa invitación. Las intenciones ocultas o las razones personales no cuentan a la hora de analizar una acción política ni a quién la lleva a cabo. Si es correcta, poco importa si lo hizo despojado de todo interés personal o para mejorar su imagen. Saber si el gobernante hace las cosas bien porque entiende que es su obligación, o porque le gusta que lo quieran, es absolutamente irrelevante.
Macri, en medio de este clima enrarecido que vivimos, creyó oportuno invitarme a inaugurar el puente y comentar que se había construido durante nuestra gestión. Actitud Buenos Aires, habríamos dicho en nuestro gobierno; como también lo fue el aceptar el convite. Nada más, y nada menos, que un hecho civilizado.
Mis diferencias con Macri, las críticas que me merecen su gestión y sus opiniones no han cambiado por ese hecho. Las iré comentando aquí y en otros espacios de opinión y construcción política que se vayan presentando.
Civilizado fue el hecho de invitarme, y civilizado también es que eso no me impide opinar que su gestión, hasta ahora, me parezca opaca.
Opaca y, en varios aspectos, ineficaz; como en el descuidado espacio público, cuyo deterioro verificamos día a día en parques, plazas y paseos. Más que rasgarse las vestiduras por las conductas desaprensivas de cierta gente, el actual gobierno debería invertir en el mantenimiento de esos lugares y en campañas de promoción de valores comunitarios y actitudes individuales, como con las que nosotros machacábamos casi hasta el hartazgo.
Estar con Macri en el acto de Puente La Noria no me impide señalar que sus mismos electores perciben que la ciudad está cada vez más sucia porque, entre otras cosas, no se avanzó en el programa de contenedores de basura que comenzamos nosotros y que demostró una gran eficacia.
Cortar la cinta de inauguración de una obra que nosotros comenzamos y ellos continuaron no me impide señalar la caída significativa de la actividad cultural en la ciudad, el abandono del interés de Estado en las industrias culturales o el cuidado del Patrimonio Histórico, motor al mismo tiempo del dinamismo social y el crecimiento económico de la Ciudad.
Mi presencia en el acto del jueves pasado no cambia mi opinión sobre lo poco y nada que se ha hecho en estos cinco meses en términos de infraestructura escolar a pesar de contar con los recursos económicos y jurídicos necesarios, de igual forma que no se ha avanzado en ampliación de los horarios de atención hospitalaria que nosotros comenzamos, luego de 20 años de que no se hiciera nada en la materia.
Son muchas las ideas y valores, contenidas en sus acciones de gobierno, que me separan de Macri. Darlas a conocer son parte de las obligaciones que tiene quién, como yo, ha decidido tener una palabra pública y política. Pero siempre, y mucho más en tiempos exasperados como éstos, preferiré hacerlo sin esa pose de falsa y gritona indignación que afecta algún opositor, tan mediocre hoy, en su rol de eterno fiscal, como ayer, cuando le tocó gobernar.
Me detengo aquí para leer sus comentarios y poder continuar, ahora sí, con este diálogo interrumpido.