viernes, 13 de mayo de 2011

Sobre las demandas sectoriales que generan caos y van en contra del bien común

Hace 10 años vivíamos en la antesala de uno de los episodios más graves de la historia moderna argentina: la crisis económica, social y política que estalló en diciembre del 2001 y nos dejó al borde de la disolución como nación y comunidad.

Se comprende que en medio de una pobreza e indigencia escandalosas, el 30% de desocupación, los ahorros personales confiscados, la caducidad del sistema financiero llevara a una fundada y profunda desconfianza a todo tipo de representación política o gremial y, en ese sentido, que las demandas y reivindicaciones de los distintos actores sociales fueran espontáneas, furiosas e intransigentes: cortes de rutas y calles, fogatas, apropiación de empresas cerradas, paros y huelgas por tiempo indeterminado, estado asambleario permanente en escuelas, barrios, facultades. Acciones límite que, aunque no solucionaran los problemas, expresaban una muy humana voluntad de supervivencia individual y colectiva.

Hoy, afortunadamente, la situación nacional es bien diferente. No hay horizonte de caída, sino de recuperación y crecimiento. La sociedad ha vuelto a considerar que la representación y agrupación política, gremial, empresarial o estudiantil es una herramienta idónea para defender intereses sectoriales. Para evitar crisis y desilusiones futuras, y lo que es más importante, para colaborar en la construcción de una sociedad armoniosa y justa, los dirigentes debemos demostrar inequívocamente que la defensa de los intereses sectoriales deben someterse a los intereses generales de la nación y la comunidad.

Si existe el compromiso genuino de robustecer el bien común, debe aceptarse la gravedad y el error de llevar adelante acciones sin importar si hacen imposible el tránsito y la vida cotidiana en la Ciudad, o si producen desabastecimiento de combustibles en todo el país, o si paralizan el tráfico aéreo, o si impiden que el espacio público sea usado libremente y por todos.

Las acciones a todo o nada y la recurrencia permanentemente a medidas extremas debilitan la legitimidad de los reclamos, son rechazados por el resto de la sociedad y van en contra del bien común y los intereses de la nación y la ciudad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace falta trasladar ese espíritu a la ciudad, para que el incapaz de macri deje de encontrar en la pelea con el gobierno nacional un sistema parz no hacer nada

Anónimo dijo...

Por lo menos en el gobierno hay debate diferencias, en el pro no hay pensamiento no hay criticas, no hay ideas, solo hay pujas por cargos