El BAFICI después del BAFICI

A medida que pasan los años y compruebo con una mezcla de asombro y de alegría hasta qué punto creció y se consolidó nuestro Festival de Cine Independiente, suelo acordarme de una de las primeras ediciones del BAFICI, cuando por entonces contábamos con unas pocas salas de exhibición y cuando las visitas de Francis Ford Coppola o la gente del Sundance se nos hacían un poco intimidantes.
Hace nueve años que nació la idea del festival, gracias a la feliz iniciativa de un conjunto amplio de realizadores, críticos, estudiosos y amantes del cine en general. Buena demostración de los maravillosos trastornos que puede armar la sociedad cuando puede canalizar sus energías creadoras. Y mejor demostración aún de lo que puede hacer el Estado cuando en lugar de encerrarse entre bostezos y expedientes apuesta a la vitalidad de la gente.
Los porteños siempre tuvieron una necesidad muy fuerte de vincularse con el mundo, con las diversas culturas del mundo, con las ideas en boga, con las nuevas corrientes estéticas. El BAFICI no es más que un espacio privilegiado -uno entre los muchos que hemos sabido construir- que contiene esa vieja sed, esas ansias de búsqueda, de exploración y descubrimiento de los habitantes de Buenos Aires. Todos podemos estar orgullosos de que Buenos Aires pueda brindar a su gente y al mundo la posibilidad de conocer, disfrutar, y asombrarse con el arte producido desde culturas diversas y apasionantes. No es sólo que al hacerlo cada director o productor o actor de cada una de esas películas enriquece la visión que tenemos del mundo. Es Buenos Aires misma la que al encauzar estas creaciones asume una voz singular, distinta a las de culturas homogeneizantes que a veces hasta hastían por lo repetidas. Es Buenos Aires misma la que se afirma en su propia vitalidad, en sus propias fuerzas, en sus propias energías creadoras y en la convicción del diálogo fraterno entre los pueblos, en tiempos intolerancias y belicismos.
Fernando Martín Peña expresó con mucha claridad la esencia del festival, tanto como el privilegio de haber podido reunir casi trescientos largometrajes en apenas quince días, films que no suelen exhibirse en las salas comerciales. Los resultados del crecimiento del Festival están a la vista. Al primero asistieron ciento veinte mil personas. En esta última edición concurrieron doscientos sesenta mil. La respuesta y la participación de la gente son sorprendentes, entusiasman, nos ponen las pilas para trabajar más y mejor.