lunes, 29 de junio de 2009

Los que ya ganaron (nota publicada en el Diario Perfil el domingo)

Esta noche, a las apuradas, se hablará tanto de derrotas como de victorias. Pasado el primer fervor, veremos que en esta competencia electoral la evaluación es más compleja: hay quienes ganarán aún si no salen primeros y hay quienes perderán por más que saquen más votos. Serán los casos, entre otros, de Kirchner, Carrió -ambos serán tratados en el artículo de mañana-, De Narváez, Reutemann, Binner y la estrella de los comicios, Pino Solanas.
Los que la hemos probado, sabemos que la derrota en la política es de las que más duele y parece no tener consuelo en una sociedad que nos mira con implacable desdén y no escucha el soliloquio melancólico o cabrero que el vencido repite, por pudor, en voz baja: “ya verán que están equivocados”. La derrota nos hace patéticos y más aún si creés que la buena estrella es tu eterna compañera.
El remedio para melancólicos que deberían tomar los que no obtengan las victorias holgadas, o los segundos puestos seguros, o los terceros pero dignos que sus oráculos les pronosticaban, solo puede ser administrado una vez que pase el frenesí de la noche del domingo, y se vea que hay victorias que están más allá del lugar que se ocupa en el podio. Santa Fe será un ejemplo: Reutemann y Binner ya se han ganado un lugar central en el proceso de reorganización, contención y despliegue de la vocación de poder de sus respectivas fuerzas políticas, aunque por supuesto la victoria será sólo de uno.
Otros dos que ya ganaron están en la Provincia y la Ciudad de Buenos Aires y ocupan las antípodas en términos de ideología, trayectorias personales y recursos económicos: Pino Solanas y Francisco de Narváez. Los muy buenos resultados que obtendrán ambos esta noche eran inimaginables hasta hace pocas semanas. Allí se terminan las semejanzas, porque son diferentes las razones que explican sus cosechas de votos, y también los desafíos que enfrentarán para convertir esos resultados individuales en futuras construcciones políticas colectivas y durables.
La estupenda elección que se le augura a Pino Solanas, aún si no es la que mayores consecuencias tendrá sobre el nuevo paisaje político que se abrirá a partir de mañana, resonará con fuerza. Fue construida con vocación de artista, compromiso político, persistencia en sus predicados y creció como una fuerza de la naturaleza sobre un paisaje político devastado por la disputa entre personas y no entre partidos.
Su performance electoral le abre la posibilidad de confluir con otros sectores que, con matices diversos y a veces importantes, comparten su visión de la Argentina y del mundo. Es una nueva oportunidad, en estos nuevos tiempos, para que las voces de ese sector dejen de ser sólo testimoniales e incidan en el estado de las cosas y en las decisiones nacionales.
Por cuestiones de otro tipo, lo mismo le cabe a Francisco De Narváez. Nuevamente la fortuna lo lisonjea. Lo ha ayudado el dinero, el muchísimo dinero que ha invertido en su personalísima campaña, pero fueron también su estrella y sus talentos que lo hicieron destinatario de millones de votos a su favor, y de muchísimos en contra de Néstor Kirchner. Independientemente de terminar primero o segundo en el escrutinio, deberá optar entre participar de la reorganización del Justicialismo o decidir junto a Macri quién conduce el PRO, o como finalmente se denomine esa fuerza de centro derecha.
En el primer caso, deberá buscar la bendición de sus pares y afiliados y no sólo de los televidentes. Para quien ha conseguido tanto en tan poco tiempo, es un gran desafío aceptar que las posiciones a defender son las del consenso general del partido y no las decididas entre un pequeño grupo de muy buenos amigos y creativos publicitarios.
Nuestro sistema político, aún si se recreara alrededor de dos grandes partidos nacionales como probablemente sea el caso, se vería beneficiado por la existencia de terceros partidos. En la mayoría de las democracias modernas que se desarrollan reduciendo las desigualdades, que resuelven con solvencia sus inevitables conflictos de intereses y dan espesor a su densidad nacional, aún si están marcadas por el bipartidismo, tienen terceras fuerzas que resultan decisivas en la elección de los gobernantes o permiten que la oposición imponga algunas iniciativas parlamentarias.
Si el que obtiene más votos necesita aún de alguna de esas terceras fuerzas para poder gobernar, se allana el camino hacia una mejor y más racional cultura política de acuerdos y consensos, que los argentinos necesitamos desesperadamente.
No debería escandalizarnos si ese apoyo se obtuviera a cambio del compromiso de llevar a cabo tal o cual acción de gobierno o incorporando representantes de esa fuerza política al gobierno.
Así funcionan las democracias en el mundo y tanto el PRO como del otro lado Proyecto Sur, o sus futuras denominaciones, tienen con qué convertirse en esas terceras fuerzas que inclinen el fiel de la balanza. En ese caso, el triunfo que ya obtuvieron De Narváez y Solanas valdrá el doble y será para todos.

Jorge Telerman

lunes, 22 de junio de 2009

Match Point

A la secuencia final de una campaña modelada por ShowMatch y que se desarrolló con un estilo y un discurso de tribuna enardecida, le cabe la definición de Match Point. Y al hacerlo, también se evoca el sentido que le dio Woody Allen a su película homónima: el vaivén de una pelota que en la volea final, se mece en cámara lenta sobre el filo de la red, sin saber de qué lado quedará.
A una semana de las elecciones, hay match point en dos de los cuatro distritos electorales decisivos y allí también el recorrido final de la pelota determinará no sólo un ganador sino un posible porvenir. Salir primero o segundo repartirá alegrías y tristezas, pero no despejará incertidumbres. Tal como está fragmentada la elección, con liderazgos personales que no responden a fuerzas políticas organizadas nacionalmente y con resultados quizás ajustados, nos perderemos en un estéril debate acerca de quién ganó. Y todos dirán que ganaron.
La campaña termina como empezó: salvo honrosas excepciones, con vacío de propuestas y groseras descalificaciones del contrincante. La pelota está en el filo de la red y soplan vientos cruzados. El Gobierno embarra la cancha de la oposición y la oposición se crispa a sí misma por las fotos de Cobos con De Narváez o las que éste omite con su aliado Solá.
No hace falta el resultado final para saber que todo será distinto, entre otras cosas, porque el Gobierno nacional no tendrá la mayoría legislativa que lo acompañó estos seis años. Dos caminos posibles: uno indeseable, del regodeo en la pelea eterna que exacerbaría aún más este clima venenoso y personalista del todos contra todos; y otro, más virtuoso, que nos permitiría saldar la discusión como cuadra en democracia, defendiendo y a la vez cediendo posiciones propias para arribar a consensos y acuerdos estratégicos sobre el futuro del país. Esta opción le devolvería nobleza a la política y tranquilidad a una sociedad que hoy percibe que sus preocupaciones y deseos no forman parte de las discusiones de la dirigencia.


Lo incierto del panorama incluye también a los liderazgos futuros. Algunas combinaciones probables:
Si Néstor Kirchner gana y Carlos Reutemann pierde, Daniel Scioli más que Kirchner podrá robustecer sus chances de ser el próximo candidato a presidente frente al candidato de la coalición, hoy opositora.
Si, por el contrario, Reutemann gana y Kirchner pierde, una parte importante del peronismo impulsará un proceso de internas para ungir al santafesino como candidato presidencial en 2011.
Ese resultado, asimismo, acabaría probablemente con el coqueteo que, sin mucho espesor ideológico y bastante oportunismo pragmático, algunos peronistas vienen practicando con Mauricio Macri. A nadie se le pide explicaciones en estas épocas tan raras, pero sería importante ofrecerlas alguna vez. De todas maneras, a Macri se le haría más cuesta arriba que a Reutemann u otro gobernador o dirigente peronista de peso la tarea de aquietar las aguas del PJ, propiciar un proceso de reorganización interna y ser elegido como primus inter pares en ese proceso. Cabe imaginar que si las circunstancias hicieran que un sector del peronismo impulsara a Macri como candidato, otra porción del peronismo no se sentiría representada y se dispersaría en otras fuerzas políticas o se reuniría alrededor de una liga de gobernadores con candidato propio.
Del lado de la oposición no peronista, unos resultados deslucidos de Alfonso Prat-Gay en Buenos Aires, de Margarita Stolbizer en la provincia, pero una victoria de Rubén Giustiniani en Santa Fe fortalecerían las posibilidades de Hermes Binner como candidato presidencial de esa coalición si sus dirigentes tienen la inteligencia de mantenerla viva. El radicalismo podría intentar promover a Julio Cobos, si su buena estrella sigue centelleando.
Ninguno de esos u otros resultados posibles despejan las dudas más profundas acerca de nuestro débil sistema político y eso importa más que un vibrante match point o una película inteligente. Para darles nuevos aires a nuestras instituciones, debemos asumir que habitamos la misma casa común y que como dirigentes, militantes, simpatizantes o simples interesados en la cosa pública, lo que dignifica nuestra vocación es su capacidad de forjarle un destino al país y no la de divertir a una tribuna. Esa es la primera tarea post electoral. Por más naif que suene, siempre será preferible sentarse en la silla del ingenuo que mirar desde un atalaya el entierro de una Nación.

Jorge Telerman
Publicada en el domingo 21 de junio, 2009 en
Diario Perfil

lunes, 15 de junio de 2009

Los riesgos de la antipolítica

Más deletérea que ciertas calamidades de campaña, la ola antipolítica sigue enseñoreada entre nosotros y, para colmo, luce prestigiosa y adecuada al peor sentido común.

Esta semana el productor de uno de los programas de radio más escuchados comentaba que no bien ponían al aire a algún dirigente o candidato, empezaban los llamados de los oyentes diciendo que no querían escuchar más a ningún político. Extraña paradoja de no querer oír a quienes se acusa de no escuchar.

El desarrollo pleno de nuestras capacidades de ciudadano requiere afinar el oído y discernir, desentumecer el cuerpo y participar, y abandonar los prejuicios e ir más allá del sonido y la furia de los discursos de campaña.

Todos repetimos que en esta campaña faltan ideas y sobran insultos, que hay denuncias canallas, que la renuncia a los mandatos en ejercicio y las candidaturas testimoniales están al borde de la legalidad. Pero sepamos que si perdemos toda confianza en la política, cinco personas, entre cuatro paredes, decidirán nuestro destino nacional.

Si creemos que la política fue, es y será inevitablemente una porquería, mejor quedarse en casa con nuestros asuntos privados. Pero hay otra realidad, no apta para cínicos.

La decisión de involucrarse personalmente en la vida política es difícil. Aquí y en todo el mundo, es una actividad dominada por las más densas pasiones y nace de una vocación que, por cierto, tiene mucho de ilusión omnipotente: la de representar y ser mediador de los deseos y preocupaciones de los demás para cambiar el estado de las cosas, combatir las injusticias y darle fuerza a la comunidad para que su voz se escuche y sea tomada en cuenta.

Un país puede estar determinado, en algún punto, por su geografía y sus condiciones naturales; pero nuestro destino comunitario está determinado por la voluntad participativa de quienes la integramos y de los liderazgos que nos inspiran.

Una comunidad viva y dinámica es una construcción permanente; no viene dada de una vez y para siempre. Quien se decide a participar activamente en ella abandona el cinismo tan nuestro del “no va a andar”, e intenta que sus palabras y sus acciones le acerquen la confianza de sus pares y de la sociedad que quiere representar.

Hay cientos, miles de mujeres y hombres con esa vocación política y muchos de ellos despliegan ese compromiso en su partido político, en su organización barrial, en su sindicato o en su lugar de estudio o de trabajo. Lo hacen sabiendo que es una iniciativa de éxito incierto y frustración probable, en la que quizá termines arrojándole tu honra a los perros.

Muchos de los que participan hoy en la arena política despojándose de todo cinismo y ambición corrupta supieron desde el inicio que iban a tener que lidiar, dentro de sus mismas organizaciones, con los que sólo buscan notoriedad o beneficios personales. Dividir las fuerzas políticas entre honestas y deshonestas es cándido y erróneo. Ser de derecha o de izquierda, peronista, radical o socialista, creer que el mercado lo ordena y arregla todo o que el Estado debe intervenir, regular y orientar, son marcas de identidad ideológica. Pero nunca han dividido las aguas de la ética o la moral.

Por eso se requieren ciudadanos curiosos e inquietos, que estarán más entusiasmados si los dirigentes asumimos nuestra obligación, a partir del 29 de junio, de renovar, democratizar y reorganizar nuestros partidos con padrones genuinos de afiliados y elecciones internas de autoridades y candidatos. Ahora mismo y sin demoras.

Por mucho que nos disguste esta campaña, a los candidatos en disputa no los separa solamente el espanto, sino las distintas ideas acerca del cómo y cuánto debería participar el Estado en la economía; o si nuestros recursos naturales deben ser explotados y administrados por el Estado o la empresa privada; o cuánto deben aumentarse los presupuestos de educación y salud, y de dónde sacar el dinero para ponerlo allí; o cómo y cuánto de la renta nacional se transfiere de los más ricos a los más pobres, por razones humanistas o para bajar la criminalidad.

La tarea de separar la paja del trigo y acompañar finalmente a la fuerza política y al candidato que mejor representa las ideas de cada uno es hoy más compleja que otras veces –aun para muchos que tenemos pertenencia partidaria– pero es posible. Como también es posible, a pesar del desencanto –o precisamente por eso–, que como ciudadanos participemos más, buscando más información sobre los partidos y sus candidatos, o proponiéndonos como autoridades de mesa o voluntarios en la fiscalización de los votos.

El ejercicio de nuestros derechos y el cumplimiento de nuestras obligaciones nos hace ciudadanos.

Pero hay algo que no podemos reclamar ni se nos puede exigir, y sin embargo hace la diferencia: asumir nuestras responsabilidades.


Jorge Telerman

(Publicada en el Diario Perfil el Domingo 14 de junio)

lunes, 8 de junio de 2009

Los días de la ira: poder, elecciones y escraches

El escrache es un delito y la acusación de golpista es difamatoria.
Así de simple. Y así, irresponsable y naturalmente, seguimos aceptando que el odio esté entre nosotros. Ya estaba antes, mucho antes de que esta campaña comenzara. Poco importan las razones por las que el odio se ha hecho presente en nuestra vida social y política, y menos importa discutir quién empezó. Lo que importa es erradicarlo. No se logrará en esta deslucida campaña, pobre en ideas como nunca, absurdamente plebiscitaria como si se eligiera presidente y no legisladores, y con
más candidaturas individuales que partidarias que, además, declaman soluciones de una frase para problemas complejos.
Una de las mayores tareas de los líderes y dirigentes es robustecer, en toda la sociedad, la certeza de que no solamente habitamos un mismo país, sino que formamos parte de una misma comunidad de valores e intereses. Si eso ya es muy difícil de lograr en una sociedad con obscenas diferencias entre pobres y ricos, ese objetivo se vuelve más inalcanzable aún si no hay relaciones de respeto y convivencia entre unos líderes que hasta hoy no han sabido salirse de un escenario en el que algunos generan, otros reproducen y pocos rechazan el odio.
Ese odio vociferado – y amplificado por cierto periodismo cebado en el escándalo- alienta la intolerancia de la sociedad. El círculo vicioso se cierra cuando esa dirigencia, creyendo que así no quedará descolocada frente a la opinión pública, aumenta la apuesta. Una opinión pública que no percibe actitudes ejemplares de la dirigencia nunca es buena consejera.
Es el miedo lo que nos hace odiar, porque es nuestra reacción frente a situaciones o personas que nos pueden dañar o destruir. Más allá de las pasiones indivuales -cuya moderación es asunto y tarea de cada uno-, en tanto síntomas político y social, ni el miedo se combate con otras acciones temerarias, ni el odio se disuleve impostando palabras de amor.
La precondición para diseñar un proyecto colectivo es erradicar el odio en las relaciones políticas y sus efectos en la sociedad.
La valentía, en todo caso, es poner de manifiesto una verdad, que debe decirse sin especular con que eso agregue o quite algún votante. La verdad es que, puertas adentro, los diálogos entre los dirigentes son bastante más civilizados que cuando aparecen los micrófonos, se encienden las cámaras y la consigna parece ser “¡Aplastemos al perdedor. Venguémonos del ganador!”. Nadie debe sentirse más debil, al contrario, por decir en público lo que dice en privado. Como mínimo, mostraría que a muchos les preocupa no poder encaminar la Nación, de una buena y sostenida vez por todas.
Pero como cuando no hay vida interna en los partidos políticos se acata la voz del amo, hay temor entre los oficialistas de contar en público que ellos reconocen en privado que no hay golpistas en la oposición, porque simplemente, no hay sectores golpistas en la Argentina.
Tambien en voz baja, muchos dirigentes de esa oposición admiten que ellos también eligen a dedo a sus candidatos, que aprovechan una ola de descontento en contra del gobierno nacional, y que muchas de las acciones de gobierno de estos últimos 6 años han sido correctas. Las bravuconadas y chicanas, con las que se intenta ineficazmente disimular la falta de ideas, hacen imposible los debates porque….¿cómo debatir con un golpista o un dictador?
Los poco ilustrados manuales de nuestro marketing electoral sugieren demonizar al adversario, cueste lo que cueste y no tomar los riesgos de la discusión política. “La gente no cree más en la política” repiten los gurúes que abrevan, todos, del mismo libro gordo de Petete de campaña. “Viene Chavez” o “Vuelve el 2001” son consignas igualmente falsas que apuntan a generar miedo. Luego, siembran odio.
La leyenda de la edad de oro de argentina es solo eso, una leyenda. Pero sí hubo momentos de encuentros, y si sus resultados no fueron más luminosos o no evitaron los tiempos sombríos posteriores, fue porque no los supimos sostener. No está en nuestros genes el desencuentro; ni tampoco la unión en un supuesto destino ineluctable. En los años 70, pagamos con sangre, sudor y lágrimas no haber entendido y defendido con convicción el abrazo entre Perón y Balbín. Y en los ochenta, el diálogo franco y respetuoso entre el alfonsinimo y la renovación peronista fortaleció la democracia e impidió los intentos de desestabilización institucional. Nuestra cultura política está lejos de haber mejorado desde entonces. Hoy aceptamos, por ejemplo, que la legitimidad de las candidaturas se defiende en los tribunales, y no a través de la selección interna de los partidos –elecciones abiertas, cerradas para afiliados, directas, indirectas…como sea!!-.
Por supuesto que no ha sido la falta de tiempo ni ningún otro escollo leguleyo lo que lo impidió, sino la rústica vocación de demostrar que aquí se hace lo que yo digo, y listo. Esa es la frase que mete miedo.

Jorge Telerman
Publicada el Domingo 7 de Junio en el Diario Perfil

lunes, 1 de junio de 2009

El problema no es Chávez

Hugo Chavez seguramente no imaginó que con su decisión de expropiar unas empresas de capitales argentinos, y de ¿bromear? acerca de que no lo haría con las de capitales brasileños, les estaría otorgando a los candidatos la posibilidad de discutir un tema sustancial en este período de campaña.
Sin embargo, la cuestión fue mucho más debatida entre periodistas, académicos y representantes de los trabajadores y de los empresarios que entre los candidatos que, a menos de 30 días de las elecciones, siguen en una especie de precampaña, discutiendo en los Tribunales acerca de si están jurídica y éticamente habilitados para presentarse.
Habrá que reconocerle a Hugo Chavez, entonces, la oportunidad inesperada, y por ahora desaprovechada, de debatir acerca de cómo debe actuar nuestro país frente a un hecho que, eventualmente, podría afectar nuestros intereses nacionales.
La mayoría de los candidatos siguieron metidos en su estratégica búsqueda de certificados de domicilio, o en desarrollar retóricas indescifrables para responder a la complejísima pregunta de si asumirán sus bancas si son electos, o en filmar extensas publicidades de frivolidad rampante.
Ni bien se supo de la acción expropiadora, el gobierno se puso a la defensiva, pidiéndole a Techint que reinvierta sus ganancias en emprendimientos que generen más producción, más trabajo y más conocimiento argentinos. Es un deseo correcto, y por eso los países económicamente más sólidos tienen sistemas de premios y castigos que lo incentivan.
Esos mismos países ejercen una diplomacia activa en defensa de sus empresas porque, como en nuestro caso, sus intereses nacionales también están expresados a través de inversiones de capital, público y privado, en el exterior y reclaman para sus empresas un trato igualitario en relación a las de terceros países –las brasileñas, en nuestro caso-.
Teniendo en cuenta la importancia del parlamento en la política exterior, este entredicho debería llevar a los candidatos del oficialismo a presentar y defender las acciones del gobierno en esta materia y los de la oposición a mostrar cuáles son los controles que intentan ejercer para verificar si ese principio de soberanía se cumple.
La discusión, o la falta de ella en realidad, no echó luz acerca de si la Argentina tiene mecanismos eficaces de promover y defender su comercio o sus inversiones en el exterior, sino que ratificó lo que cada uno piensa sobre Chavez, su ideología o sus extravagancias.
La principal candidata de la Ciudad de Buenos Aires, Gabriela Michetti, que tanto promueve las virtudes del diálogo, desaprovechó otra oportunidad para ejercerlo, y de este asunto tampoco dijo nada. Imaginamos que su palabra, entonces, es la de su jefe. A Mauricio Macri se le reveló que la presencia de Chavez en el Calafate, un par de días antes de anunciar la expropiación de las empresas de Techint, es una demostración de que nos encaminamos a una ola de nacionalizaciones que pondrá a la Argentina en la senda de la experiencia del socialismo bolivariano de Venezuela. Son extrañas las cosas que dice Macri cuando no lo tiene cerca a su mayor consejero, Durán Barba. ¿O habrá sido él quien se lo sugirió?
Carlos Heller compensó la desmesura opositora. Banquero, pero de izquierda, dijo que discutir el asunto es de derecha y propio de empresarios que solo buscan que sus empresas ganen plata. ¿Pensarán lo mismo los integrantes del directorio de su banco?
La Coalición Cívica, previsiblemente, habló del autoritarismo chavista. Y muchos sugirieron que la Argentina debería enfriar las relaciones con Venezuela, incluidos sus capítulos económico y comercial. ¿Harían eso si gobernaran?
Ninguna nación se mimetiza con otra por más acuerdos estratégicos que tengan entre ellas. A partir de la presidencia de Richard Nixon, EEUU no ha cesado de profundizar su alianza con China, sin que se generase, entre los norteamericanos, ninguna inclinación al socialismo, ni entre los orientales una irrefrenable vocación de elegir a sus gobernantes a través de un sistema plural de partidos políticos o elecciones libres. Por supuesto que el peso específico de los EEUU es muy diferente al de Argentina, pero también el de China lo es en relación a Venezuela.
Las voces más articuladas se hicieron escuchar desde los sectores de la producción, y desde cierto pensamiento académico, mostrando otra vez cuánta falta hace la mediación de los partidos políticos. Esas voces explicaron que la discusión no es sobre las medidas que adoptó Venezuela, que por cierto tiene el gobierno que su pueblo ha elegido y que, además, posee y consume bienes que en un caso necesitamos y en el otro producimos. La discusión pendiente es acerca de la mejor manera de defender los intereses nacionales, en el marco de unas alianzas regionales estables, que por definición, están más allá de los gobiernos de turno. El problema, nuevamente, no es Chavez.

Jorge Telerman
Publicada en el Diario Perfil el domingo 30 de Mayo de 2009

domingo, 24 de mayo de 2009

La elección de los renunciantes

La mayoría de los líderes de todos los signos políticos sigue expresando sus deseos de una Argentina seria y normal. Sin embargo, una porción también mayoritaria reitera comportamientos estrafalarios. Edificar instituciones normales, a base de comportamientos anómalos, no parece una idea inteligente.

La dirigencia argentina que hoy protagoniza el escenario público está integrada en general por personas que hemos crecido en medio de anomalías mucho más graves –golpes militares, violaciones a los derechos humanos, guerra a la alianza occidental y casi a Chile, hiperinflaciones, remate del patrimonio nacional, defaults– que fragmentaron y desgarraron a la Argentina, convirtiéndola, más de una vez, en una paria internacional.

Si bien es posible encontrar algunas de esas huellas en nuestra paupérrima cultura política actual, llegamos a esta decimotercera elección legislativa del período democrático más extenso de nuestra opaca historia republicana con la certeza de rechazar cualquier retorno de lo siniestro. Es promisorio, aunque insuficiente.

Aún tenemos que aceptar otras condiciones indispensables para lograr que las mayorías –el pueblo, como se decía antes de esta moda tan insulsa de denominarlo “la gente”– se involucren, comprendan y hagan suyas –para acompañarlas o para exigir que se corrijan– las acciones siempre complejas orientadas a la consolidación de una nación con equidad, desarrollo e innovación.

Las campañas electorales hacen que se tense la cuerda y se exageren las diferencias; pero esta vez, la cuerda ya venía tensada por los discursos blindados que acusan a la oposición de ser la antipatria; y aquella, en espejo, respondiendo que hay que sacarse de encima a este Gobierno a cualquier precio. Lamentablemente, esas cosas se escuchaban –y se escuchan– también en las conversaciones sociales.

No es un defecto de esta campaña electoral, entonces, que no se estén discutiendo las ideas y programas convenientes para la realización de un proyecto nacional; el defecto es que no se expresan ni la vocación de delinear tal proyecto, ni el coraje de plantear los instrumentos indispensables para promoverlo y gestionarlo.

Los contenidos de una hoja de ruta de un proyecto nacional incluyen, seguramente:

u El combate contra la pobreza y la exclusión.

u Un sistema impositivo y de coparticipación progresivos, que permitan que el Estado obtenga sus ingresos de manera mucho más equitativa y con sentido federal.

u Planes demográficos, de desarrollo urbano y obras públicas que modifiquen radicalmente la irracionalidad de que uno de cada tres argentinos vivamos –y una parte apenas sobreviva– en una milésima parte del territorio nacional habitable.

u Limitación de un hiperpresidencialismo que magnifica las crisis, otorga discrecionalidad y debilita la noción de que la oposición es parte del gobierno, por más que no participe del Poder Ejecutivo.

u Mejoramiento drástico de la calidad educativa y aumento exponencial de la inversión en investigación y desarrollo científico-técnico.

Nada de esto, que además no es todo, podría hacerse sin una base de apoyo político y social cuya articulación es responsabilidad del sistema de partidos políticos. Los procesos electorales muestran el tipo de vínculo que la dirigencia política ha logrado anudar con la sociedad. Más aún con nuestra sociedad que hasta anteayer pedía “que se vayan todos” y hoy parece pedir que se queden, pero solos, sin partidos políticos.

Un comportamiento político vergonzante, signado por las individualidades y personalismos y no por la construcción colectiva, no se atreve a plantear esa verdad, porque el marketing dicta que es antipática.

Partidos políticos representativos, que modelan sus identidades con programas que no difieren mucho de lo que harían una vez en el gobierno, que forman y promueven dirigentes y candidatos con mecanismos de democracia interna, volverían a conquistar la confianza de la sociedad e impedirían estos comportamientos astutos, pero no inteligentes, que dominan gran parte de este escenario electoral. Astucias que desagradan, pero que aún aceptamos: candidatos que renuncian a lo que se comprometieron a ejercer –vicejefa, diputado o legislador local–, para ser otra cosa parecida; otros que se presentan a cargos electivos sabiendo que no asumirán, lo que impide, además, que se sepa quiénes son y qué piensan los que sí lo harán. No busquemos matices que no existen: todos esos casos bastardean la tan reclamada calidad institucional.

Ganar elecciones es el deseo legítimo de los políticos, pero si sólo hay astucia, gana el cinismo. La victoria a cualquier precio le sirve sólo, y por poco tiempo, al ganador. Suele ser la corta antesala de la decadencia posterior.

Jorge Telerman
(Publicada en el Diario Perfil el Domingo 24 de mayo)

sábado, 9 de mayo de 2009

Mi Decisión

Hoy tengo que comunicarles una dolorosa y difícil decisión.
Estas han sido semanas muy duras. Semanas en las que abunda el personalismo, el odio y las discusiones a todo o nada.
Mis amigos y compañeros más cercanos saben el esfuerzo denodado que pusimos para encaminar los debates, en un último intento por darles la oportunidad a aquellos que piensan como nosotros de resistir las presiones y actuar conforme a sus convicciones.

Mi anhelo es trabajar por la recuperación del peronismo, en busca de mecanismos de democracia interna que den por tierra con el personalismo y las candidaturas a dedo.
Algunos podrán decirme que fui demasiado ingenuo en este contexto donde el discurso antipolítico se esta enseñoreando nuevamente de la sociedad por culpa de la clase política. No es ingenuidad, es preocupación frente a una realidad que me angustia como político y como ciudadano.

Mientras el Pueblo asiste atónito a este carrusel de vanidades, es mi obligación ética y política contener mi deseo individual de participar en esta elección.

No puedo ni debo colaborar con la división del campo popular.
Creo que éste es el momento de construir voluntades mayoritarias, no de crear nuevos partidos para seguir fragmentando y diluyendo el debate de ideas.

Voy a trabajar toda mi vida por la recuperación del diálogo, porque
creo en la construcción política desde la ideas, no desde el farandulismo, el miedo y el antagonismo. Un diálogo para, entre todos, construir esta Nación inconclusa, para resolver los problemas y para enfrentar los desafíos.
Por todo esto, creo necesario apartarme del proceso electoral.

Estoy convencido de que la Argentina no se termina en una elección legislativa, y menos en ésta, en la que de manera perversa se plantea una pelea a todo o nada. Un hombre político debe tener la grandeza para comprender que su aporte va más allá de una candidatura.

He abrazado mi vocación política bajo la luz del legado de lucha y sacrificio de mis ancestros, para construir una patria justa de mujeres y hombres que vivan con dignidad. No puedo permitirme dar la espalda a aquello que me constituye.

El honor, la palabra, el respeto, el díalogo y la construcción colectiva deben ser recuperados. Esa seguirá siendo la misión que demande todos mis esfuerzos, por siempre.

Jorge Telerman

martes, 7 de abril de 2009

Ferias y mercados: los aromas y sabores de nuestros barrios

Como buen apasionado de la cocina me gusta coleccionar diversas especias e ingredientes. Fanatizo con aromas como el del cilantro o el del ajo; además de los sabores que regalan un buen pescado o un auténtico guiso. Sin duda, los mejores lugares para comprar por calidad, variedad, atención y su particular entorno son los viejos mercados o centros de abastecimiento y las ferias itinerantes, denominadas comunmente como ferias barriales. Tenemos el Mercado de Productos Orgánicos (Federico Lacroze 4171), el de Nueva Pompeya (Saenz 790), el Mercado Comunitario Primera Junta (Rivadavia y Rojas), el hermoso mercado de San Telmo, entre muchos otros. Además contamos con la sesenta ferias itinerantes que recorren la ciudad de martes a domingo. Es muy lindo ver como los vecinos de cada barrio se concentran en torno a las plazas con sus bolsas y carritos. Me cautivan los colores, aromas y personajes que habitan cada una de las diferentes ferias de la ciudad. Durante mi juventud y, hasta hace algunos años, recorría todo el Mercado del Progreso, en Caballito. Pasaba varias horas tentado por la gran cantidad de delicias y por las charlas de los puesteros, fuentes inagotables de anécdotas porteñas.
Las ferias, que anteriormente eran las famosas ferias francas a las que me llevaba mi abuelo, trabajan de martes a domingo de 8 a 14 hs. Todos los puestos, según establece la ley, son atendidos por sus permisionarios. De esta manera se pudo evitar la rotación permanente de puesteros. Todas las ferias están habilitadas por el Ministerio de Desarrollo Económico de la Ciudad, que es el encargado de controlar la calidad de la mercadería, la higiene, los permisos, las libretas sanitarias, la exhibición de los precios y la precisión de las balanzas.
Sin duda cada fería o mercado representan un importante rincón de la ciudad y aporta a la convivencia, al diálogo y al disfrute del espacio público. Espero que las cuidemos para que sigamos disfrutándolas


Foto vía La Nación, Fernanda Corbani

martes, 31 de marzo de 2009

Final del Discurso del Dr. Raúl Alfonsín ante la Honorable Asamblea Legislativa el 10 de Diciembre de 1983

Inútil sería tratar de disimular la emoción cívica que invade nuestro espíritu al presentarnos aquí, en este día, ante la magna Asamblea que encarna la representación de todo el pueblo argentino. Como sabemos que esa emoción es compartida y unánime, nos excusamos de palabras sobreabundantes para expresarla. La circunstancia no es propicia para la retórica, por otra parte. Es la hora de la acción y de la acción fecunda, decidida, comprometida e inmediata. Es la hora de hacer, de hacer bien, de hacer lo que la República reclama y el pueblo espera.
Por la libre voluntad del pueblo argentino, tengo el honor y la responsabilidad de asumir la presidencia de la República. Los hombres y mujeres de mi patria me honraron confiándome ese cargo con una esperanza: la de recuperar la Nación para la vida, la justicia y la libertad.

Esa esperanza es nuestra respuesta, la respuesta de la inmensa mayoría de los argentinos en una experiencia dolorosa.

Hemos vivido con dolor el imperio de la prepotencia y la arbitrariedad en esta tierra en la que nuestros abuelos quisieron construir la igualdad y la justicia.

Hemos vivido el dolor de la violencia y de la muerte aquí, en esta Argentina que todos soñaban y que todos queremos para la paz y para la vida.

Hemos vivido, y todavía vivimos, el dolor del desamparo de millones de hombres y mujeres en un suelo que puede proveer a la prosperidad de todos el dolor del hambre en el país de los alimentos, el dolor de la falta de techo, de salud y de educación en una nación donde nada justifica la existencia de estos males.
Hoy asumimos el gobierno de la Nación cuando está sumida en la crisis quizá más grave de su historia. Pero los dolores que hemos vivido nos dejaron lecciones que no podemos ni debemos olvidar, lecciones que nos ayudarán para salir de una vez por todas de esta situación intolerable, de esta degradación creciente de un pueblo y de un país que no merece ese triste destino.

Los pueblos, como los hombres, maduran en el sufrimiento y no seríamos dignos del nombre de pueblo argentino si no fuéramos capaces de aprender la lección del dolor.

Lo primero que no debemos olvidar es que lo más valioso que tiene nuestro país son los hombres y las mujeres que lo habitan. No es el petróleo, ni las vacas, ni el trigo, ni las fábricas, sino el trabajo y la capacidad de creación de todos y cada uno de nuestros habitantes lo que da sentido y riqueza a nuestra Argentina, como a cualquier otra nación del mundo.

La segunda lección es que sólo el pueblo se preocupa por el destino del pueblo. Cuando se impide al pueblo decidir su propia suerte, cuando se le prohíbe elegir y controlar al gobierno, tarde o temprano se deja de gobernar para el pueblo.

Nadie puede pretender que un gobierno no cometa errores. Pero de una vez por todas haremos que sólo sea el pueblo, por su libre voluntad y dentro de las instituciones democráticas, quien sea el único que juzgue y corrija esos errores. El dolor que vivimos nos ha enseñado que cada vez que se coarta el camino hacia la democracia, la inmensa mayoría de los argentinos termina perjudicándose.

También aprendimos que hay quienes se benefician cuando es la fuerza y no la voluntad libre del pueblo quien impone el gobierno de la Nación. Aprendimos que los que estimulan la impaciencia para proponer la intolerancia y la violencia como remedios, han terminado favoreciendo los intereses del privilegio. Aprendimos que cuando el pueblo no decide sobre el gobierno, la Nación y el pueblo quedan desguarnecidos frente a los intereses de adentro y de afuera.

Y hemos entendido que hay fuerzas poderosas que no quieren la democracia en la Argentina. Sabemos que la reivindicación del gobierno del pueblo, de los derechos del pueblo para elegir y controlar el gobierno de acuerdo con los principios de la Constitución, plantea una lucha por el poder en la que no podemos ni debemos bajar los brazos, una lucha que vamos a dar y en la que vamos a triunfar.

Tenemos una meta: la vida, la justicia y la libertad para todos los que habitan este suelo.

Tenemos un método: la democracia para la Argentina.

Tenemos un combate: vencer a quienes desde adentro o desde afuera quieren impedir esa democracia.

Tenemos una tarea: gobernar para todos los argentinos sacando al país de la crisis que nos agobia.
Hoy enfrentamos dos desafíos: gobernar la Nación en la crisis y consolidar definitivamente la forma de gobierno que asegure el derecho del pueblo a decidir su destino. Como hombres que somos, podremos equivocarnos al gobernar. Como argentinos, en este momento y para siempre, sólo permitiremos que sea el pueblo el único juez de esos errores y el único con derecho a corregirlos. Nosotros, junto con la inmensa mayoría de los argentinos, sabemos que a los problemas que vamos a enfrentar, a los problemas que esta crisis ha agravado enormemente, se tratará de aprovecharlos para combatir la democracia. Pero sabemos que el pueblo aprendió la lección y que estará a nuestro lado para defenderla, con el vigor, la fuerza y la decisión de pelear por su derecho de gobernarse.

Vamos a hacer realidad la esperanza de recuperar la vida, la justicia y la libertad, porque, por dura que sea nuestra situación, ningún obstáculo será insuperable frente a la voluntad inmensa de un pueblo que se pone a trabajar, junto con el gobierno pero también más allá de los gobernantes, en la tarea de construir su propio futuro. Otros pueblos se han levantado de ruinas a veces más tremendas que las nuestras. No somos más, pero tampoco somos menos que ellos. También nosotros podemos hacerlo, y lo vamos a hacer, superando dificultades, equivocándonos y corrigiéndonos. Y no tengo duda de que podemos gozar de esa vida, con esa justicia y esa libertad que hoy deseamos. Lo vamos a lograr vamos a dar ese ejemplo y vamos a extender nuestra mano fraterna para que otros pueblos, en particular nuestros pueblos hermanos latinoamericanos también lo logren.

Hemos venido ante vuestra honorabilidad, conscientes de nuestras limitaciones y del arduo esfuerzo que tendremos que desplegar para tratar de ponernos a la altura de nuestra responsabilidad histórica, pero conscientes, con igual sinceridad, de que nuestro mandato es claro, terminante e ineludible; tal como lo es, en la esfera del Poder Legislativo, los que han recibido los miembros de esta Honorable Asamblea, y tal como lo será el que oportunamente reciban, con acuerdo del Honorable Senado, los jueces de la Nación que habrán de completar la arquitectura constitucional de la República con su alta misión, más silenciosa, pero no menos esencial.

Todos somos humanos y falibles, pero esta vez contamos con muy poco espacio para el error o la flaqueza. No debemos fallar. No fallaremos. Y si al cabo de nuestros mandatos hemos cumplido con aquellos grandes fines del Preámbulo de la Constitución que alguna vez nos hemos permitido recordar de viva voz como ofreciendo a la gran Argentina del futuro nuestra conmovida oración laica de modestos ciudadanos, entonces, como también lo hemos dicho en más de una ocasión, nada tendremos que envidiar a los grandes personajes de nuestra historia pasada, porque esta generación, la nuestra, tan hondamente agitada por las luchas y las frustraciones de este tiempo, habrá merecido de su posterioridad el mismo exaltado reconocimiento que hoy sentimos nosotros por quienes supieron fundar y organizar la República.

Con el esfuerzo de todos, en unión y libertad, que así sea.


Raúl R. Alfonsín
1° de Diciembre de 1983
Texto completo en http://ricardobalbin.tripod.com/alfonso.htm
Foto Federico Guastavino

lunes, 30 de marzo de 2009

martes, 24 de marzo de 2009

Me alegra que finalmente se implemente la Ley de Mecenazgo porteña

Muchos meses han pasado desde su sanción y posterior reglamentación durante nuestra gestión; trabajo que llevó muchísimo esfuerzo de búsqueda de consensos entre diversos sectores políticos.
La aprobación de la norma constituyó un precedente invalorable en materia de políticas culturales para todo el país.
Era preocupante el retraso en su implementación.
Esta iniciativa demuestra, como lo hemos dicho tantas veces, que la continuidad institucional basada en los consensos es el único camino para desarrollar políticas públicas serias y transformadoras.
Espero sinceramente que pueda cumplir sus objetivos y que los recursos se asignen con la transparencia y justicia que la cultura de la Ciudad de Buenos Aires merece.

lunes, 16 de marzo de 2009

Hoy se está debatiendo en la Argentina no sólo un proceso electoral sino un fundamento institucional

Mi posición, que en este momento estamos discutiendo dentro de nuestro espacio político, la haré pública en los próximos días, y será esta comunidad de diálogo que construimos juntos el primer lugar donde la comunique.

martes, 10 de marzo de 2009

Memorias interrumpidas

Pocos días antes de su último viaje a Egipto a fines de 1995, Mitterrand le entregó este libro de memorias a su editora Odile Jacob. En abril de 1996, "Memorias Interrumpidas" salió a las calles de París, en medio de una gran expectativa. En pocos días, este legado póstumo de Mitterrand, logró conmocionar no sólo al pueblo francés sino también al ámbito político y cultural europeo. En estas páginas, se hallan la política y la literatura, las dos pasiones de su vida...y también de la mía.


Les dejo esta interesante cita a modo de anzuelo:
"Ahora, sin guerra perdida, sin golpe de Estado, sin resistencia organizada, sin conspiración, el imperio se hundió por si mismo, sobre sí mismo, corroído desde su propio interior, con sus funcionarios robotizados, su economía arruinada, vacías de sentido sus referencias teóricas; formidable molino de oraciones contra un cielo vacuo."
Pag 204

Para ver el libro Google Books, hacé clic

miércoles, 4 de marzo de 2009

Mirar o ver: Patrimonio en riesgo

El error en el cartel que anuncia la obra es un fallido que inquieta y expresa muchas cosas. El nombre de este parque no es Leandro sino Leonardo Pereyra, y su actual remodelación preocupa a los vecinos, no sólo del barrio de Barracas, sino a todos quienes valoramos el patrimonio urbanístico de nuestra ciudad. Su traza original fue concebida por el mismísimo Carlos Thays y parece haber sido olvidada por los que planearon esta "refacción". Les dejo algunos enlaces de organizaciones que trabajan con el tema y brego para que los responsables corrijan su accionar y no perdamos nuestro patrimonio.




La foto del cartel está tomada del blog Proteger Barracas.

lunes, 2 de marzo de 2009

Preocupado...

...por algunas voces que aún creen que por el camino de la Pena de Muerte hay alguna respuesta.


jueves, 26 de febrero de 2009

Rieles

"Me gusta seguir con los ojos los rieles de los tranvías, grises o llenos de la pacífica sangre de los avisos vecinos. Tienen, en algunas bocacalles, en algunas encrucijadas, el aire de un juego de surtidores que hicieran su flor en el medio. Acaban por caer a uno y a otro lado, con gracia pausada y segura. Parecen un lento descender de hojas de palmera o finas y decididas curvas femeninas.
Los que me dan compasión son esos trozos de vías abandonadas en la calle: dos o tres metros de hierro encajados y presos entre los adoquines, haciendo lo posible por saltar, por escapar, por ser útiles. O porque un brazo vigoroso los arroje, silbando, como quién tira la barra, echando estrellas, hasta el horizonte."


Del libro, Baldomero Fernandez Moreno, “Guia caprichosa de Buenos Aires”, Eudeba, 1965

Fotografía de Ignacio Corvalán

viernes, 20 de febrero de 2009

“Aplastemos al perdedor; venguémonos del ganador”

Algunas consideraciones sobre el debate de ayer en Facebook


Fue un arduo intercambio de ideas sobre los fracasos y éxitos del Gobierno Nacional y me hizo pensar muchas cosas de nuestra actitud como argentinos frente al otro.

Es comprensible que una discusión coyuntural se ponga en los términos de todo o nada como aparecen en muchos de los comentarios que se dieron en el debate. Cuando el tiempo pase, como le sucede a todo el mundo, quienes apoyan al gobierno podrán ver y reconocer las políticas, conductas e ideas erróneas de estos años, y los más críticos podrán señalar aciertos y mejoras.

Pero hay otra encrucijada que persiste y reconoce orígenes culturales e institucionales.

Halperín Donghi, historiador inteligente más allá de las muchas diferencias que uno tenga con él, señala que los vencedores, a lo largo de nuestra historia, no han sabido, ni querido, incluir al vencido. No me refiero a las dictaduras, cuya perversión excede ese señalamiento, por supuesto.

Nuestro hiperpresidencialismo es hijo de ese concepto del “toma todo” del ganador, a la vez que nos hace olvidar que el Gobierno no es solo el Poder Ejecutivo. La oposición, discutiendo, aprobando y rechazando leyes, forma parte del Gobierno. Y la opinión de los dirigentes, su capacidad de articular y mediar las demandas sectoriales también incide en la marcha de las cosas de gobierno.

Una oposición no incluída, que no es escuchada, a la que se le hace ver que haber perdido una elección la condena al silencio, suele inclinarse al obstruccionismo y apelar al “vale todo” para debilitar al gobierno. Me parece que con distintos matices, ninguna fuerza política victoriosa está ni estuvo exenta de ese pecado.

No hay solución mágica, pero algunos creemos que esa tara cultural y esa limitación insitucional que nos llevan a plantear las cosas al grito de “aplastemos al perdedor; venguémonos del ganador” pueden atenuarse, sino revertirse, en un sistema político de características parlamentaristas que limita la omnipotencia del ganador, a la vez que exige responsabilidad argumental y sensatez a la oposición. Eso nos daría conciencia de que no hay que estar permanentemente en campaña, sino permanentemente gobernando.

viernes, 13 de febrero de 2009

Sartre, para compartir

Quiero compartir esta entrevista con ustedes. A pesar de los años que han pasado, vale la pena volver a leer y escuchar algunas de las reflexiones de Jean Paul Sartre sobre la vida pública, el compromiso y la política que, quizás, nos puedan resultar inspiradoras.


miércoles, 11 de febrero de 2009

Nueva Página de Facebook


Como varios saben hace tiempo que participo en esta comunidad. En principio con mi perfil personal , pero hace poco decidí abrir un espacio oficial para compartir impresiones e intercambiar ideas. Espero poder contar con su apoyo en esta nueva iniciativa.

martes, 20 de enero de 2009

Estado y Política Cultural

En la conferencia que di ayer en Villa Ocampo de Mar del Plata, acerca del Estado y la política cultural, sostuve que las políticas públicas tienen la opción de ser una táctica de gobierno, y por lo tanto individual y pasajera, o una visión de Nación, y entonces colectiva y extensa.
Los delirios refundacionales, los proyectos que se anuncian y desaparecen, la desesperación por borrar toda huella dejada por el anterior gobernante y su invariable demonización, dan cuenta de que entre nosotros, lamentablemente, viene ganando la primera opción.

Además de señalar las diferentes dimensiones sobre las que deben trabajar las políticas culturales de gobierno (Identitaria, preservando el patrimonio tangible e intangible y alentando la innovación y experimentación artística; Celebratoria e integradora, juntando distintos sectores sociales en las representaciones artísticas y en los eventos masivos; y Económica y Productiva, promoviendo las industrias creativas), argumenté que la política cultural debe tomar la parte que le corresponde en esa tarea mayor y permanente, siempre compleja y nunca inmediata, que es la de edificar una Nación cohesionada y justa.
El asunto es que si no hay identidad, celebración y desarrollo económico compartidos y para todos, podremos ser un país -un territorio y sus habitantes- pero no una Nación -una casa, y un destino, común-.

Veremos que da la discusión posterior. En unos días les cuento.

miércoles, 14 de enero de 2009

Volver


Vengo a retomar, nuevamente, nuestro interrumpido diálogo entre quienes compartimos la vocación y pasión políticas, aunque la expresemos de distinto modo, y en distintos lugares.
Como iremos viendo, será el espacio para que otros, que también creen que la discusión e intercambio de ideas nos mejoran a todos, publiquen sus puntos de vista. Y lo bueno de los blogs, es que podemos hacerlo de primera mano, dejando en claro lo que el rumoreo y la simplificación de los medios suele oscurecer.
Como pasó con Mr.Sometimes, que guiado por comentarios periodísticos, me recrimina -en el post anterior- por ser candidato del oficialismo en las próximas elecciones, lo que es absolutamente falso. Pero el rumor existió y se publicó. El diálogo entre nosotros nos permitirá saber, realmente, lo que piensa cada uno sobre estos y otros temas, mucho más importantes para nuestra ciudad, nuestro país, y nuestro destino común.